Las Cárceles o centros penitenciarios son lugares destinados al
cumplimiento de las penas privativas de libertad. Se comprende en esta
expresión que no sólo es un establecimiento destinado a la ejecución de las
penas, sino que también es usado para la retención y custodia de detenidos y
presos, así como los de rehabilitación y
resocialización del individuo infractor de la ley; es decir, el objetivo primordial
de las cárceles es lograr que las personas incorporadas en ella rectifiquen su
conducta. Desde un principio se reconoce que las cárceles deben ser
reformadoras de actitudes y aptitudes que ya se encuentran en el individuo.
Para asegurar la reconstrucción moral de un individuo encarcelado
se deben tomar en cuenta una serie de factores, los cuales le dan a la cárcel
una fuerza cambiante de actitudes y aptitudes para los infractores de la ley.
Entre esos factores tenemos: Un buen sistema educativo y de enseñanza
en el orden profesional, un buen sistema de trabajo, una buena
alimentación, un buen sistema de salud e higiene, recreación y
formación moral con respecto a Dios.
Ahora bien, los profundos retos para el cambio e innovación exigen a las organizaciones de hoy, una conciencia de su propio petrfil como entes generadores de nuevas formas de ver el mundo y de hacer las cosas. En la actualidad debe entenderse al recurso humano como el elemento clave para la productividad, único medio capaz de intervenir su propio entorno tranformarlo y modernizarlo.
La efectividad en la ejecución de programas destinados a la seguridad y el tratamiento de la población reclusa, dependerá en gran medida, de los recursos humanos con que se cuente para éste propósito.
Deficiencias primarias en el Centro Penintenciario Nacional de Valencia
La inseguridad reinante
en estos sitios de reclusión no solo para los recluidos, sino para sus
familiares y/o visitantes, Esto es una molestia moral ya que constituye el horror dentro de las cárceles. En estos sitios como sabemos ocurren tragedias cada cierto tiempo lo cual genera, justificadamente, una atmósfera de
rechazo, indignación y preocupación por el funcionamiento actual de esas
instituciones. Pero, en segundo lugar, porque es una pregunta que sigue sin
aportar nada a la solución de esta problemática. Podemos construir complejos
edificios filosóficos que sustenten nuestras intuiciones morales referentes a
la actual situación penitenciaria. Ahora bien, aun cuando el fundamento de
nuestra preocupación por las cárceles sea una intuición moral, no está en
absoluto claro qué clase de intuición es esa ni cuál es su origen. Porque no se
trata de construir un discurso filosófico que sea, simplemente, acorde con tal
intuición, sino de pensar filosóficamente el orden de vida al cual pertenece —o
puede pertenecer— ésta. Pero no sólo eso. Nuestras intuiciones morales sobre la
situación penitenciaria (junto con el orden al que pertenecen) están
estrechamente vinculadas a nuestro discurso normativo sobre las cárceles. En
tanto que estas intuiciones no aparezcan sobre el fondo del orden que les es
propio, el discurso normativo seguirá siendo, como ocurre actualmente, un dogma
invisible que condiciona nuestras acciones y no permite la aparición de otras ópticas
de la situación penitenciaria. Es, por tanto, una necesidad precisamente práctica
la que impulsa la pregunta que se pretende plantear en este artículo.
Otra deficiencia
primaria es la pobreza extrema, crítica en la que se encuentran estos
sitios. También la violación a todos los
derechos del recluso; tales como, violación a los derechos a la educación, a la salud, al trabajo, entre otros. Las
cárceles venezolanas constituyen una violación a la dignidad humana.
También la situación
de total desorientación con respecto a qué hacer, de fondo, con las cárceles
del país; nuestra carta magna está apegada al discurso rehabilitador, mientras
que el Código Penal le rinde tributo a la penalística clásica, de corte
ilustrado y otro lado la Ley de Régimen
Penitenciario se orienta claramente hacia la rehabilitación y niega todo elemento
de castigo en las cárceles (claro, nada de esto se cumple).
Deficiencias secundarias en el Centro Penintenciario Nacional de Valencia
Las infraestructuras
de las cárceles venezolanas se encuentran en muy malas condiciones.
Personal no
capacitado para laborar en estos centros de reclusión.
Desconocimiento de
los reclusos de todos sus derechos.
Retardos
judiciales por múltiples y diversas razones.
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